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ADALIA RAMOS DE LEE

 

Por Edna Lee de Gutiérrez

 

AdaIia nació en Monterrey, N. L. siendo la primera hi­ja de Don Juan Ramos CastiIlo y Doña Luz Lozano de Ramos. Su padre fue convertido del catolicismo al evange­lio de Jesucristo mediante la lectura de la Palabra de Dios. Al convertirse y bautizarse fue despedido de su casa por su propia madre, católica fanática. Sin embar­go, más tarde, cuando él se dedicó al ministerio bautis­ta fue el instrumento para la conversión de su madre.

La familia Ramos-Lozano fue muy numerosa, y el Hno. Ramos siguió el alfabeto para dar nombre a sus hijos, de aquí que, nuestra amada hermana, siendo la primogénita, llevara el nombre de "Adalia".

La hermana Adalia heredó el celo misionero de su padre, y desde muy pequeña ella y sus hermanos acompaña­ban a su padre en sus viajes misioneros. Don Juan Ramos Castillo siendo pastor en la Iglesia de San Luis Potosí atendía un campo misionero en un pueblecito llamado So­ledad Diez Gutiérrez. En aquellos primeros años del evangelio había mucho fanatismo entre los católicos, fa­natismo que era fomentado por los curas. Como este pue­blo no era una excepción, el cura se las arregló para levantar el ánimo de los habitantes contra los evangé­licos. El Hno. Ramos había logrado formar una hermosa congregación y hasta tenía una humilde capillita donde celebraba los cultos.

Un domingo, el hermano Ramos juntamente con toda su familia llegaron como de costumbre a Soledad Diez Gutié­rrez para tener el culto. Comenzó el culto con cantos de himnos, y en ese momento por puertas y ventanas entró la gente del pueblo armada con palos y piedras sacan­do a empujones a los hermanos. El cura acusaba al Hno. Ramos de haber roto una imagen de la virgen, imagen que el mismo cura había roto para acusar al Hno. Ramos.

La chusma enfurecida no sólo insultó a los hermanos sino que los golpeó. A la Hna. Adalia contaría aproximadamente con ocho o nueve años de edad, la colgaron del brocal de una noria y la golpearon para que se soltara y se cayera en la noria. Relataba la hermana Adalia que sólo Dios pudo darle fuerzas para soportar aquello y no caer a una muerte segura.

Se salvaron milagrosamente, aunque después de tan brutal ataque, toda aquella congregación, para recuperarse, pasaron varios meses. Este episodio en la vida de nuestra hermana Adalia quedó muy grabado en su memoria, y en lugar de inspirarle rencor contra quienes los habían atacado de manera tan inmisericorde, fue un estímulo que la hizo comprender desde aquella tierna edad la necesi­dad que tenía todo el pueblo, que no conociendo la salvación de Jesucristo, cegado por el odio y la ignorancia cometía semejantes actos de brutalidad.

A la edad de 20 años Adalia contrajo matrimonio con el Sr. Juan Lee, de nacionalidad china, diplomático de su país en México, con residencia en Tampico donde el Hno. Ramos era pastor.

Con el matrimonio se inició una nueva etapa en la vida de la hermana Adalia enfocando su celo misionero para colaborar con su esposo a fin de evangelizar a la numerosa colonia china que residía en Tampico. El Hno. Juan Lee conoció el evangelio por medio del Hno. Juan Ramos, y desde el momento en que él conoció el gozo de la sal­vación sintió el anhelo de compartir ese conocimiento con todos sus compatriotas. Así fue como organizó la Asociación Cristiana de Jóvenes Chinos, levantando un edificio que daba albergue a muchos jóvenes que llega­ban desde el lejano Oriente a ese puerto mexicano. Ha­bía en esas instalaciones una capilla donde predicaba el Hno. Ramos. Adalia y su hermana Berenice daban cla­ses de español a los jóvenes ya la vez servían como maestras de la Escuela Bíblica.

Más tarde, la familia Lee cambió su residencia a la ciudad de México. Allí la Hna. Adalia tuvo un nuevo campo de acción para evangelizar: la escuela donde estu­diaban sus hijos. Siendo maestra y educadora, simpati­zaron con ella la directora y las maestras de la escue­la. Durante 14 años Adalia desempeñó el cargo de Presidenta de la Sociedad de Padres y Maestros. Dotada por el Señor de fácil palabra, cuando la invitaban a presen­tar pláticas a los niños de la escuela, inmediatamente captaba la atención de todos. Ella aprovechaba esto para presentar mensajes de los Proverbios dando así una orien­tación cristiana.

Por su labor en las escuelas de gobierno, éste le otorgó una Mención Honorífica y un medallón de plata.

En la Primera Iglesia Bautista de la ciudad de Méxi­co su labor fue eminentemente educativa, habiendo cola­borado en todos los niveles y en todos los departamentos.

Pero para Adalia su principal y primer campo misio­nero fue su hogar, y así condujo a todos sus hijos por los senderos del Señor ilustrando siempre la conducta cristiana con su carácter intachable. Dios le conocedió el gozo de ver que su hijo y sus cinco hijas aceptaran al Señor Jesucristo como su Salvador. Todos ellos han sido cristianos devotos y activos en la obra del Señor. Su hija Edna Luz Lee de Gutiérrez ha tenido el singular honor de ser nombrada Presidenta del Departamento Femenil de la Alianza Bautista Mundial [1985-1990], siendo la primera mujer latina que recibe este honor.

En 1950 la Convención Nacional se reunió en Tampico y entonces Adalia fue nombrada Tesorera de la Unión Na­cional Femenil Bautista Misionera "Sara Alicia Hale". Cuando aceptó el cargo. Adalia dijo: "lo acepto con te­mor y temblor." Pero al mismo tiempo se dio cuenta de que Dios estaba abriéndole otra puerta de servicio en Su obra.

Desde que la Hna. Adalia se hizo cargo de la Tesore­ría de la Unión Nacional Femenil Bautista Misionera se dedicó a fomentar la mayordomía de los bienes materia­les, haciendo hincapié en el aspecto misionero. Desde luego, las ofrendas empezaron a aumentar. Adalia hizo mucho hincapié en las ofrendas misioneras, explicando que no sólo era necesario cubrir las partidas del pre­supuesto, sin incrementar las ofrendas de las Semanas de Oración. Ella desempeñó fielmente el cargo de Teso­rera durante 16 años. La Unión Nacional en reconoci­miento a esta ardua y laboriosa tarea, decidió dar el nombre de "ADALIA RAMOS DE LEE" a la ofrenda que se le­vanta cada año en la primera semana de junio y que se destina a misiones nacionales.

Hay muchos rasgos de admirar en nuestra amada hermana: su corazón compasivo, su disposición de ayudar al que lo necesitaba, su sabiduría para aconsejar, su minuciosidad para I levar todas las cuentas, y muchas otras más. Pero hay algo que nos sorprende, y que es que, como ella no sabía escribir con la máquina, escribía todas sus cartas a mano, de su puño y letra. Nunca hubo una ofrenda que quedara sin el recibo que le correspondía y sin una bre­ve carta agradeciendo la ofrenda por pequeña que ésta fuera. Implantó también un sistema sencillo y efectivo de contabilidad, a fin de que todas las cuentas estuvieran siempre al día y perfectamente claras.

En 1963, la hermana Adalia pierde a su fiel compa­ñero quien acude al llamado de su Señor. Ella sigue fir­me en la prueba y fiel a su Maestro y Salvador. En 1964 comienza una nueva prueba para ella: la enfermedad. A pesar de ello sigue sirviendo al Señor por medio de la Unión Nacional Femenil Bautista Misionera. En abril de 1966 la Convención se reúne en Mérida, Yucatán. Adalia anhela asistir a las reuniones de la Unión Nacional a pesar de que su salud está ya muy quebrantada; pero nada la detiene para hacer el viaje diciendo que "el cielo está tan cerca de Mérida como lo está de la ciudad de México." Allí avisó que no podría seguir con la Teso­rería, por causas muy obvias. El Señor le concedió re­gresar sin contratiempo a su hogar en la ciudad de México. Y más tarde, cuando el Señor la llamó, ella acudió gozosa y triunfante al llamado, donde seguramente pudo escuchar las palabras de su Señor: “Bien. buena sierva y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor." [Mt. 25:21].