RELATORA: Esta historia transcurre en el año 1804. en esa época es decir hace 203, la Biblia era un libro que solo estaba en los púlpitos de los templos y en uno que otro hogar. Además de haber pocas Biblias en circulación, era muy difícil conseguirlas porque costaban mucho.

                   Pero, ¿vieron? En la historia siempre hay una persona que puede prender la llama para que ocurra algo bueno. Una persona así fue nada menos que una niña. Se llamaba María Jones.

                   María Jones vivía en Gales, Inglaterra, con su familia. Tenía un gran deseo: tener su propia Biblia. Pero como el di­nero era muy escaso comenzó a orar. Y al presentar su deseo al Señor ¡¡¡qué cosas sucedieron!!!

PRIMERA ESCENA

(Al comenzar la escena, María Jones y .su padre se encuentran sen­tados).

FADRK: (Cuenta la parábola del .sembrador, según Lucas 8:4-8.)

MARÍA: ¡Qué lindo relato! ¿Por qué no nos compramos una Biblia para nosotros, papá?

PADRE: ¡Es un libro muy caro! ¿Y no sabes que hay pocos ejem­plares? (Pensando) Y después de todo, ¿para qué queremos una Biblia si no sabemos leer?

(Llaman a la puerta. María recibe a la visita que es una vecina.)

MARÍA: ¡Bienvenida, señora!

PADRE: ¿Cómo le va, vecina? ¿Qué le trae por aquí?

VECINA: Iba a hacer unas visitas. Al pasar por aquí quise saludar­les.

PADRE: ¡Muv bien! Ha hecho muv bien en entrar. María, trae un té para nuestra vecina Luisa. Luisa, ¿sabe? le contaba a María la parábola del sembrador.

VECINA: El domingo, cuando el pastor predicó, realmente me quedé pensando en la semilla que cayó en buena tierra y pro­dujo muchos frutos.

PADRE: A María le gusta mucho que le hablen de nuestro Señor. Yo siempre le vuelvo a contar lo que el pastor lee en la Biblia los domingos. Luisa, ¿no le parece que el pastor es un hombre muy privilegiado?

VECINA: ¡Ya lo creo! En nuestra ciudad es una de las pocas perso­nas que tienen una Biblia.

MARÍA: (Entra con el té y habla mientras lo sirve.) Estoy pensan­do en la forma de comprarme una Biblia. Quiero hacer algún trabajo para ganar dinero y comprármela.

PADRE: Luisa, ¿qué le parece la preocupación de María?

VECINA: Es un hermoso deseo, y estoy dispuesta a ayudarla para reunir este dinero. Tengo una idea. Se las voy a contar. Te re­galaré, María, dos o tres gallinas y un gallo, y con la venta de los huevos y los pollitos puedes ir juntando dinero. Cuando tengas lo suficiente podrás comprarte una Biblia. Pero piensa. María, que tendrás que aprender a leer pronto. . .

MARÍA: Sí, Luisa. Ahora mismo voy a casa de mi amiga Catalina que se ofreció para enseñarme a leer y a escribir. Y esta tarde voy a su casa a buscar las gallinas y el gallo, ¿de acuerdo?

SEGUNDA ESCENA

(Se encuentra un pastor leyendo la Biblia en su escritorio. Llega María descalza, con sus zapatos en la mano, caminando hacia el frente entre el auditorio. Al llegar a la plataforma es recibida por el pastor.)

PASTOR: ¿A qué vienes, niña?

MARÍA: Pastor, venía para comprar una Biblia. Me dijeron que usted vende.

PASTOR: Pasa, querida; pero dime, ¿por qué traes los zapatos en la mano?

MARÍA: (Trata de ponérselos.) ¿Sabe pastor? Me salieron ampollas en los pies. Además, no quiero gastarlos porque son los únicos que tengo. Mi papá me dice que tengo que cuidarlos.

PASTOR: ¿De dónde vienes?

MARÍA: De la ciudad de Gales.

PASTOR: ¡¿De la ciudad de Gales?! Pero niña, ¡de la ciudad de Gales hasta aquí hay treinta y siete kilómetros! ¿No podías ve­nir en un carruaje o a caballo?

MARÍA: No pastor, no tenemos. Y mi papá me dijo que me quedara a dormir aquí esta noche. Así mañana me voy temprano. Pero pastor, como le decía, véndame, una Biblia.

PASTOR: Niña dime, ¿cómo te llamas?

MARÍA: María Jones y quiero tener mi propia Biblia.

PASTOR: Mira María, aquí hay un problema. Solamente me que­da una Biblia v está reservada para un Señor que la va a venir a buscar en estos días.

MARÍA: ¡No puede ser! ¡¿No hay una Biblia para mí?! (Desilusionada, inclina la cabeza.)

PASTOR: (La mira de arriba a abajo.) Pero, ¿acaso sabes leer?

MARÍA: Sí pastor, aprendí a leer mientras ahorraba el dinero para comprar la Biblia. Me enseñó una señora amiga de mi familia. Estudié de día y de noche para poder leer yo misma la Palabra del Señor. Y ahorré durante meses para juntar el dinero. Caminé ahora treinta y siete kilómetros para venir a comprarla. Se me ampollaron los pies y ahora ¡¡¡me encuentro que para mí no hay una Biblia!!!  ¡No puede ser!

PASTOR: (Se rasca la cabeza y camina por la plataforma en acti­tud de indecisión.) María Jones, tu historia realmente me ha emocionado, y el Señor me dice que esta Biblia es para ti.

(El pastor va en busca de la Biblia, la trae y comienza a romper bruscamente el papel que la envuelve. María se la quita de las ma­nos y termina de desenvolverla cariñosamente.)

MARÍA: (Con emoción cae de rodillas.) Gracias, Señor, por el re­galo de tu Palabra. (Se pone de pie, abre la Biblia y lee el Sal­mo 119:9-16.)

RELATORA: Este incidente impulsó al pastor Charles a reu­nirse con otras personas interesadas en que la Biblia llegue a más personas. Decidieron formar una sociedad que se llamó SOCIEDAD BÍBLICA. ¿Cuál sería su propósito? Estudiar la forma cómo cada familia de Gales pudiera tener una Biblia. Y al pensar en esa meta surgió la pregunta: ¿Por qué no Biblias para todo el mundo? Como respuesta a esa pregunta nació el movimiento de las Sociedades Bíblicas. Por una niña descalza, con ampollas en los pies, que quería su Biblia, muchas perso­nas trabajaron y donaron dinero para que se imprimiese la Bi­blia en mayor escala y se distribuyese a bajo costo. Hoy, millones y millones de personas tienen su propia Biblia y pueden leerla diariamente.

         Las Sociedades Bíblicas han traducido la Biblia a más de 1.600 idiomas y dialectos. Por lo tanto, la obra de esta institu­ción que comenzó con la audacia de María Jones de querer su propia Biblia, es como la semilla de la parábola del sembra­dor. Cayó en buena tierra y llevó tantos frutos que no los po­demos contar.

(Entran por la parte central del auditorio niños con vestidos que representan diferentes países, con una vela encendida y una Biblia en la mano suben a la plataforma y entonan el him­no "Santa Biblia para Mí" o el corito "Tu Santa Palabra Se­ñor".

 

(Adaptación libre: Dora de Chirico y Juan Liotta)

ConsejeraQué interesante es conocer la vida de personajes que marcan la pauta en la historia, ¿verdad?

       Estoy segura que te fascinará saber cómo vive la primera dama de la República, cómo sería el presidente de la República en el colegio; o quizá querrás saber corno era tu profesor o profesora a quien tanto admiras y respe­tas. Claro, es un misterio su vida diaria porque sólo les conoces superficial­mente, y algunas veces te has preguntado: ¿Cómo actuaría él o ella cuando tuvo dificultades, cuando perdió su novio(a), cuál sería su reacción al no con­seguir algo que había anhelado?

       Bien, mis queridas niñas, voy a presentarles algunos personajes que mar­caron la pauta en la historia de las Misiones Cristianas, y que dedicaron sus talentos e inteligencia al servicio del Señor venciendo grandes dificultades

GUILLERMO CAREY: Mi nombre es Guillermo Carey Nací en Inglaterra, en un humilde hogar. A los catorce años aprendí el oficio de zapatero y a los diecio­cho ya predicaba en la iglesia.

                   Siempre tuve la idea de predicar el evangelio a los paganos, pero cuando propuse esto en una reunión de la iglesia, me contestaron: “Joven, siéntate, cruando Dios quiera convertir a los paganos lo hará sin tu ayuda, ni la mía" Qué respuesta más desalentadora; imagínense, era como para no volver a de­cir nada al respecto. Pero, ¿saben? Yo creo firmemente que PARA ESPERAR GRANDES COSAS DE DIOS HAY QUE EMPRENDER GRANDES COSAS PARA DIOS. De manera que, insistí en mi empeño; y al fin, conseguí viajar a la India como misionero.

FANNY: ¿Sabe? Yo he escuchado comentarios acerca de su trabajo en la India Pa­rece extraordinario. Cuéntenos cómo organizó su imprenta... ¿No tuvo mu­chas dificultades?

GUILLERMO CAREY: Por supuesto que hubo muchas dificultades y precisamen­te la imprenta fue un trabajo que llevó varios años de trabajo, no sólo míos, si no también de mis colegas. La mayor dificultad se presentó cuando ya te­níamos la obra marchando sobre ruedas. Estábamos imprimiendo material en varios idiomas de la India; teníamos nuestra fábrica de papel bien organiza­da. Allí mismo estaba el trabajo de traducción que me llevó varios años, por­que primero tenía que aprender el idioma para luego hacer las traducciones De repente me informaron que el edificio donde funcionaba la imprenta ha­bía sido destruido por un incendio que fue imposible apagar a tiempo.

GLADYS. ¿Y todos los trabajos que usted había hecho, se quemaron?

GUILLERMO CAREY: Sí. Se perdieron 1400 resmas de papel inglés y muchos más de nuestra propia manufactura; dos libros del Antiguo Testamento en Sánscrito, el Nuevo Testamento en Kanarense, Diccionarios en Bengalés, Sánscrito y sus diferentes dialectos. También se perdieron gramáticas y todo el material y útiles para imprimir. Bueno… los terrenos de la Misión presen­taban un aspecto tan desolador, era espantoso.

AMPARO. Supongo que esto fue desolador porque quedaban como si no hubieran hecho nada, ¿verdad? Entonces, ¿ustedes decidieron dejarlo todo y regresar a su tierra?

GUILERMO CAREY: Claro que esto me causó mucho dolor, me sentí tan abru­mado que no pude contener las lágrimas. Al saber que esto detendría la impresión de la Escritura por mucho tiempo; pero yo creo que un golpe despier­ta a los valerosos a la resistencia. Por eso, confié en Dios, le busqué en oración y con su ayuda y la de mis colaboradores reiniciamos el trabajo. Dios nos ben­dijo de tal manera, que hasta un periódico del lugar nos animó con su recono­cimiento público deseando que instalásemos una nueva imprenta, la cual re­construimos en casi un año y medio.

                   Ahora ustedes pueden darse cuenta que el trabajo no fue imposible, ni en vano porque los frutos se han visto, Dios hizo la obra por medio de noso­tros.

CONSEJERA: Efectivamente, la obra de Carey fue grande en la India. Tuvo gran­des dificultades; aun desde cuando propuso la idea de viajar allí, fue rechaza­do. Cuando tuvieron su imprenta instalada, como fruto de trabajo arduo y dedicado, quedó completamente destruida. Pero, ¿abandonaron la obra, por ello? ¿Se confundieron de tal forma que les fue imposible continuar? ¡NO! Guillermo y sus colegas, con valor heróico y fe firme en el Señor, afrontaron y vencieron todas las dificultades. Por su firmeza y dedicación Guillermo pudo usar sus dotes lingüísticas y sus grandes capacidades intelectuales, en bien de la comunidad hindú. Así como Guillermo Carey, encontramos muchas perso­nas importantes que con sabiduría han vencido las dificultades Hablemos ahora de Adoniram Judson.

                   Adoniram Judson también fue misionero en la India. A su llegada a Calcuta, la compañía de Indias Orientales, que era la Real autoridad Civil, ordenó que saliera de regreso a América con su esposa y otra pareja de misio­neros que les acompañaban. Pidieron permiso para ir a otro lugar de la India, pero también esto les fue negado. Al fin, consiguieron permiso para ir a una Isla de Francia, conocida ahora con el nombre de Mauritis, situada en el Océano Indico.

                   Después de pasar serias dificultades con el transporte, llegaron a la Isla de donde tuvieron que salir inmediatamente, porque también tuvieron pro­blemas para quedarse allí. Se dirigieron, entonces, a Birmania y desembarca­ron en Rangún, donde sólo se adoraba al Gautama Buda y una de las tribus salvajes, los karens, adoraban al diablo.

                   Después de seis años de trabajo, bautizó al primer convertido, y los pocos cre­yentes eran amenazados por el rey. En tal situación, Adoniram temió por la suerte de los simpatizantes del evangelio porque los pudieran matar. Por lo tanto, decidió pedir licencia al rey para predicar, pero el rey lo despidió enfurecido.

                   El camino parecía cerrarse por todos los medios posibles. Pero Adoniram no desmayó. Se dedicó a la traducción del Nuevo Testamento ya que había aprendido el idioma y tenía grandes capacidades como traductor. Cuando las condiciones ha­bían mejorado un poco, estalla una guerra entre Gran Bretaña y Birmania y todos los extranjeros blancos debían ser arrestados. Adoniram fue señalado como espía y lo encarcelaron. Su valiente e inseparable esposa fue interrogada. Ambos fueron cruelmente maltratados. Pero Ana (su espora) muy sabiamente consiguió permiso para visitarle, y logró llevarle la traducción de la Biblia, escondida en una almoha­da que no llamaba la atención.

                   Adoniram estaba prácticamente condenado a morir.

                   Cuando terminó la guerra, él fue puesto en libertad pero salió muy débil y agotado debido al mal trato que sufrió. La difícil situación de esos años pasados le costaron la muerte de su hijo y el quebrantamiento de salud de su esposa quien, poco tiempo después de salir él de la prisión murió, quedando Adoniram muy doli­do y triste; pero continuó su trabajo hasta traducir la Biblia completamente al birmano.

                   Su trabajo persistente e incansable sobre las muchas dificultades, transformó las vidas de una generación de birmanos muchas generaciones más hasta nues­tros días.

CONSEJERA: Como se habrán dado cuenta, la obra de Adoniram fue de grandes alcances. Desde su llegada a la India, fue "despedido"; sin ningún motivo va­ledero, fue encarcelado; la situación difícil, al igual que el clima malsano, le costaron la vida de seres queridos. Pero él no perdió la cabeza, por difícil que se presentara cualquier situación; siempre buscaba la salida para continuar con su propósito. Su esposa, cuando lo vio encarcelado, ¿huyó del problema? ¡No! Fue una esposa fiel que con sabiduría ayudó a su esposo en su trabajo.

                   Esto nos lleva a pensar en nuestra vida; en nuestras dificultades. Refle­xiona un poco respecto a tus reacciones al enfrentar un problema, al realizar una labor que es difícil y requiere un poco de esfuerzo de tu parte. ¿La dejas a un lado? ¿Te desesperas si no consigues todo cuanto quieres en poco tiem­po?

 

ALGO PARA PENSAR:

¿Qué propósito tenían los misioneros? ¿Cómo trabajaron para conseguir este propósito? ¿Qué dificultades encontraron? ¿Cuál fue su actitud ante la situación? ¿Cuál fue el resultado final?

¿Podríamos decir que se debe tener una actitud pasiva ante las dificul­tades y dejar a que todo llegue por casualidad?

 

Por Leonor Bolaños, Colombia