Cuando Enrique tenía siete años fue a Estados Unidos con su familia. Establecieron su hogar en una finca en el estado de Kansas. En aquel lugar no había iglesia bautista. Entonces, el padre de Enrique empezó una.
La iglesia de Ida estaba sin pastor. Entonces, Enrique se quedó para ayudar. Al notar que Ida amaba al Señor y la obra, Enrique sintió interés en conocerla mejor. Se enamoró de ella en seguida. El quería casarse con Ida y regresar a la finca de su papá para vivir tranquilamente entre sus familiares.
Pero Dios tenía otros planes para Enrique. Le llamó para ser misionero en Brasil. El dedicó su vida a esta tarea. No tenía ayuda económica. Entonces, no podía sostener una familia.
Se fue a Brasil solo, sin hacer nada de compromiso con Ida. Para ella fue un tiempo muy difícil porque pensaba que si no se casaba con Enrique, no se casaría con ningún otro.
Pasó más de un año cuando Enrique se dio cuenta de que no podía seguir solo. Necesitaba una esposa que le acompañara y le ayudara. Escribió una carta a Ida explicándole .la situación e invitándole a ser su esposa.
Al recibir la carta Ida empezó a arreglar sus maletas. Salió inmediatamente dejando a su familia, su trabajo y su patria para ir a Brasil. Sabía que su futuro marido no tenía sueldo ni apoyo de ninguna misión o iglesia. Pero que con fe en que el Señor les iba a cuidar.
El 7 de enero de 1893, la valiente señorita llegó a Brasil. Enrique estaba viviendo en una casita. Se fue con sus amigos a buscar una pieza para alquilar para Ida. No había ninguna. Tampoco tenían dinero para hacerla. La única solución del problema fue: Casarse el mismo día e ir a la casita juntos.
Cuando Ida salió del barco supo que era el día de su boda. No había un pastor bautista para hacer la ceremonia y el pastor de la iglesia metodista estaba en la cárcel. Fueron al cónsul norteamericano, quien legalizó el matrimonio y seis cónsules extranjeros actuaron de testigos.
Luego, los novios, el cónsul y su esposa, y sus amigos fueron a un restaurante para cenar juntos en celebración de la boda. Mientras iban hacia allá, hubo uno de esos aguaceros torrenciales. Las calles se inundaron y los carros no podían seguir. No había otro remedio, tuvieron que continuar a pie. La cena no fue tan romántica como los novios deseaban porque llegaron completamente empapados.
Los demás del grupo pidieron bebidas más fuertes que el café que tornaron los novios. Empezaron a emborracharse. Entonces, Enrique e Ida los dejaron en el restaurante y su fueron a su casa. El día siguiente los novios empezaron a trabajar como si hubieran estado juntos toda la vida.
Trabajaron en Brasil casi cincuenta años. Casi no había rincón de la Cuenca Amazónica, desde la desembocadura del gran río hasta sus últimos afluentes en Perú y Bolivia, que no hubiera escuchado los sermones de Enrique. El viajaba por el Río Amazonas en un bote, predicando. Por eso le dieron el título de "El Apóstol del Amazonas".
Y ahora, si vas a Brasil puedes hacer visitas a las iglesias en un bote que se llama "Enrique Nelson". Los misioneros lo utilizan para seguir predicando el evangelio.
Ida era una compañera ideal para Enrique. Era una mujer muy delgada, de delicada salud, pero de alma fuerte. Con esa fortaleza espiritual podía dominar las debilidades del cuerpo. Muchas veces ella se quedó sola con los hijos en Manaos mientras Enrique viajaba. Pero no se quejaba. ¡Era muy valiente!
Si vas a Manaos, en una ciudad al Indo del Río Amazonas. Se encuentra un colegio que lleva el nombre de esta mujer. Se llama "Escola Batista Ida Nelson" (Escuela Bautista Ida Nelson.)
Así, la obra que fue empezada por los novios, Enrique e Ida, sigue adelante hoy en día.